La microbiota intestinal metaboliza los nutrientes de la dieta y los convierte en metabolitos. Algunos metabolitos son beneficiosos, como los ácidos grasos de cadena corta que tienen funciones clave en el uso de la energía, la modulación de la inflamación y de la respuesta inmunitaria. Las bacterias intestinales también pueden producir N-óxido de trimetilamina (TMAO, del inglés trimethylamine N-oxide), un compuesto asociado a una cardiopatía acelerada.
En caso de insuficiencia cardíaca, una disminución del gasto cardíaco genera una reducción del flujo sanguíneo intestinal y edema. En estas condiciones, la composición bacteriana de los intestinos y las funciones intestinales cambian de maneras que pueden acelerar la inflamación y el avance de la enfermedad cardíaca.1–5 Además, la disminución del flujo sanguíneo y la función intestinal pueden producir una absorción deficiente de nutrientes y contribuir a la caquexia.
Numerosos estudios en personas han vinculado la insuficiencia cardíaca con los cambios en el microbioma intestinal. Por ejemplo, los pacientes con insuficiencia cardíaca normalmente sufren una reducción de la diversidad y un agotamiento de la microbiota intestinal principal.6
En un estudio de intervención nutricional controlada, los científicos de Purina demostraron que el microbioma intestinal de los perros es más similar al de las personas, que los microbiomas de los cerdos o ratones.7
Este descubrimiento sugiere que los estudios del eje corazón-intestino humano también pueden contribuir con información que puede mejorar la salud cardíaca en los perros.