Trastornos gastrointestinales
Megaesófago Canino
La regurgitación crónica es el signo clínico distintivo del megaesófago en los perros. El megaesófago adquirido, que es más frecuente que la forma hereditaria, puede ser idiopático o secundario a determinadas enfermedades. Los perros afectados pueden presentar una desnutrición que provoca una pérdida de peso y una mala condición corporal debido a una ingesta inadecuada de calorías. Estos perros también suelen presentar neumonía por aspiración.
El tratamiento nutricional de los perros con megaesófago se centra en minimizar la regurgitación, lo que evita la neumonía por aspiración secundaria, y proporciona una nutrición que ayude a los perros a recuperar o mantener una condición corporal y un peso adecuados.
Mensajes clave
- Los perros con megaesófago suelen tener que comer y beber con la cabeza y la parte superior del cuerpo elevados (es decir, la parte superior del cuerpo se eleva entre 45 y 90 grados con respecto al suelo) para minimizar la regurgitación y evitar las complicaciones de la neumonía por aspiración.
- El perro debe permanecer en posición vertical o elevada de 15 a 30 minutos después de cada comida para que la gravedad pueda ayudar a mover el alimento hacia el esófago y el estómago.
- La actividad también debe limitarse durante 30 minutos después de la comida.
- Deben proporcionarse pequeñas cantidades de comida de un alimento rico en nutrientes y de fácil digestión tres o cuatro veces al día.
- Puede ser necesario un cambio en la consistencia de los alimentos para reducir la regurgitación. Dado que hay perros que toleran algunas consistencias, pero no otras, se recomienda a los dueños que prueben con distintas cantidades de líquido para encontrar la consistencia que mejor se adapte a sus perros.
- Los perros débiles y los que tienen aspiración frecuente o regurgitación incontrolada pueden beneficiarse de la colocación de una sonda de alimentación gástrica.
- La condición corporal y el peso deben controlarse estrechamente mediante el sistema de condición corporal de nueve puntos de Purina, y se debe registrar la puntuación en la historia clínica en cada reevaluación.
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Recursos adicionales
Gaynor, A. R., Shofer, F. S. y Washabau, R. J. (1997). Risk factors associated with the development of canine acquired megaesophagus. Journal of the American Veterinary Medical Association, 211(11), 1406─1412.
Knipe, M. F. y Marks, S. L. (2016). Megaesophagus. En L. P. Tilley & F. W. K. Smith, Jr. (Eds.), Blackwell’s five-minute veterinary consult: Canine and feline (sexta edición, pág. 859─860). John Wiley & Sons, Inc.
Mace, S., Shelton, G. D. y Eddlestone, S. (2012). Megaesophagus. Compendium: Continuing Education for Veterinarians, 34(2), E1─E8.
Ridgway, M. D. y Graves, T. K. (2010). Megaesophagus. NAVC Clinician’s Brief, 8(11), 43─48.
Washabau, R. J. (2003). Gastrointestinal motility disorders and gastrointestinal prokinetic therapy. Veterinary Clinics of North America: Small Animal Practice, 33(5), 1007─1028.